Pasaba todos los días frente a la casa de la mujer que tocaba el piano para mí. Nunca la vi, ni sabía quien era.
Simplemente pasaba todos los días para escucharla tocar el piano para mí.
Un día, un camión de mudanzas y ella no estaba en ninguna parte. Todavía paso para escucharla y sólo se escucha la radio, tal ves la tele.
Y gritos. Gritos de niños de hombres y mujeres.
Yo me siento en la vereda y espero. A veces todavía toca el piano para mí. Un poco más bajo, para que no la escuchen esos ogros que ahora viven con ella, pero nunca me olvida.
Y yo me duermo en la vereda. Y bebo sus notas cada vez más lejos.
Y me gritan los de la casa. Y los niños me tiran piedras. Y te golpean. Yo sé que te golpean
Entonces entré a la casa. Me cargué a todos los carceleros. Puse mis manos sobre el piano y sentí tus huesos, cada una de tus costillas sollozaba dulce en el teclado. Tu voz venía de tan lejos… y yo quería desgarrarte. Golpee las teclas, las cuerdas comenzaron a soltarse, con un martillo despedacé el piano, y entre las astillas estabas vos, pequeña, tan pequeña. Como un feto. Llorando…
Que rutter...
ResponderEliminarfastasma o duende?