Fabricamos androides para cumplir diversas tareas, entre
ellas la de cuidar a nuestro niños.
Estos androides están programados para copiar los gestos y los
movimientos del niño, para volverse su doble (la idea es que el niño atraviese
el estadio del espejo reflejándose en el androide).
Pero sucede que queda un remanente –inadvertido por
los adultos- de “actitud robot” en los androides, y que los niños son sensibles a esta, y la mimetizan. A su vez, los androides -al percibir esa actitud de los niños- vuelven a reflejarla, y, reflejada y vuelta a reflejar como en dos espejos opuestos, esta actitud se vuelve la dominante, y todos los niños y los androides actúan como máquinas.
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