21/1/10

el génesis de los apopucava-guaraní - augusto roa bastos


La creación (Yñypyrú)

Ñanderuvusú oguahé oúvo,
Ñanderuvusú…
Le precedía un trueno silencioso.
la obscuridad tapaba los caminos,
pero su diestra relampagueante
sobresalía en las tinieblas
aproximándose…
Desde mucho antes de aparecer
en medio de los eternos murciélagos de sombra,
Ñanderuvusú envió signos
de su presencia solitaria.
Ñanderuvusú, el gran padre,
dueño de la luz que aún no era la luz,
del viento que aún no era el viento,
del agua que aún no recogía rostros y montañas
con la punta de su lengua húmeda.
No había caminos
en la gran noche del principio.
Sólo Ñanderuvusú conocía el camino,
como el relámpago conoce el suyo
y lo hace y lo deshace al instante.
Yñypyrú oñepyrú,
Ñanderuvusú oú…
Todo esperaba el nacimiento del principio
en una concentración de fuerzas atropellándose
desde atrás hacia adelante,
en un remolino obscuro
bajo las alas membranosas
de los murciélagos eternos.
Todo esperaba la aparición de Ñanderuvusú
con oídos todavía de piedra,
con ojos todavía sin miradas,
conteniendo el aliento inmortal.
Hasta que de improviso
el sueño infinito se interrumpió;
el viento empezó a respirar débilmente,
un fuego azul
comenzó a chisporrotear sobre el ala
del murciélago más distante;
el trueno estalló
y se dividió en dos grandes bloques de
itá hú
y Ñanderuvusú apareció solo y profundo
trayendo el sol sobre el pecho.
Ñanderuvusú, el Gran Padre Brillante,
que está antes y después de todo,
y en medio de todo,
como un acantilado ardiendo
que nadie puede rodear con los brazos.
Ñanderuvusú omoñepyry
yñypyrú
En medio de la luz cegadora que le brotaba del pecho.
Ñanderuvusú atraía o separaba las cosas de sí
con sus latidos resplandecientes
en que el sol parecía pestañear por primera vez.
Los murciélagos eternos,
celosos de su guarida inmemorial,
se abalanzaron contra Ñanderuvusú
queriéndole azotar el rostro con sus alas.
Pero Ñanderuvusú
los espantó con una palmada
de la que brotaron las estrellas.
Luego Ñanderuvusú
trajo el eterno palo cruzado
la insignia misteriosa de su poder
parecida a una estrella
de cuatro grandes brazos relucientes
que muestran a los vientos su dirección
y al tiempo la medida
de sus cuatro estaciones, sus edades
de verano y de escarcha, de hoja seca y de flor.
Ñanderuvusú se inclinó
con su rostro hacia el naciente,
puso el mundo en el eje de la estrella,
y entonces la morada del Hombre quedó hecha,
y estará firme como el primer día
hasta que Ñanderuvusú
arranque el sostén celeste
para que el mundo vuelva a precipitarse en la nada…

*
"Yñypyrú": comienzo.
“Ñanderuvusú oguahé oúvo, / Ñanderuvusú…”: Nuestro-gran-padre está llegando / Nuestro-gran-padre.
"Yñypyrú oñepyrú, / Ñanderuvusú oú…" el principio comienza / Nuestro-gran-padre viene.
"itá hú": piedra negra.
“Ñanderuvusú omoñepyry / yñypyrú”: nuestro-gran-padre hace comenzar / el principio.


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