28/11/10

El niño y el Golem.


I
El ejército se acercaba a la ciudad. Langer, un zadik, decidió repetir la creación del maestro Rava: un hombre artificial. Formó el cuerpo de barro y pasó vigilia e insomnio repitiendo los alfabetos de las 221 puertas sobre cada órgano del Golem. Le faltaba el corazón cuando un espía de los enemigos enterado de sus planes lo asesinó en su estudio. Asesinó también a la esposa del zadik, y el hijo habría corrido la misma suerte si la costumbre de espiar al padre no lo hubiera llevado a presenciar el crimen dándole tiempo de huir.
Perdido en el bosque intentó repetir la labor de su padre, pero el hambre y el frío lo vencieron antes de ver concluida su obra.
II
El Golem miraba entre sus brazos el cuerpo del pequeño. Lo había sentido cuando le daba forma, lo oyó decir los encantamientos, se mojó con sus lágrimas, lo vio desplomarse.
Lo encontró cuando la luna de octubre derramó sobre él sus efluvios y pudo al fin moverse. Tomó al niño, apenas piel y huesos, lo limpió y repitió las fórmulas con que lo había despertado, pero el niño no despertó.
Lloró cenizas sobre el cadáver hasta que la primera lluvia del mes lo deshizo sobre el pequeño, restando de ellos sólo un montículo de barro en el bosque.
III
Cuando el sol levantó una cortina de niebla la mañana luego de la lluvia, el ejército apostado en el bosque acabó de aprontarse y marchó hacia el pueblo.
Un soldado raso fue el primero en verlo, se lo señaló al jefe del pelotón, que escupió sobre el túmulo de barro mascullando “ni siquiera saben disimular una mina”. Se disponía a pasar el informe al comandante cuando vio que la saliva se extendía volviendo todo a su alrededor un barro cenagoso en el que el ejercito se hundió antes de que el sol acabe de espabilarse.
IV
Cuando nada acaeció, del pueblo enviaron una partida de reconocimiento para averiguar que fue todo ese ajetreo por la mañana.
Recorrieron el bosque y sólo encontraron a un niño, pálido, casi resplandeciente.
-Qué haces aquí? Este lugar es peligroso. –Le dijeron.- Viene un ejercito.
-Lo he visto- contestó el niño.
Los hombres preguntaron dónde, cuántos eran, qué armas llevaban.
-Busquen bajo tierra.- Contestó él, y les dio la espalda. –Voy a reunirme con mi padre.
Los hombres incrédulos cavaron, y bajo tierra encontraron esqueletos armados y los pertrechos de un ejército completo, los huesos parecían antiguos, pero las armas seguían relucientes, y con ellas el pueblo se defendió durante años, hasta perder el favor de los hados y desaparecer de los mapas.
Sin embargo, algunos dicen que el Golem aún ronda el bosque, y si algún descendiente del ejército que asoló al pueblo se interna en él, no vuelve nunca.

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