Todavía en las tardes mi sombra larga, ya difuminada, evoca su estatura. Y en las noches ante la lámpara con ambas manos frente a la luz, una más cerca que la otra, veía en la pared su mano mayúscula buscar las sílabas de mis dedos. Incluso a veces en la sombra de los perros, esos que en la calle me miran y me siguen, veía su pelo desordenado o el desorden de sus camisas en el suelo del cuarto. A veces me pregunto si de verdad esas sombras son felices de verme bailar, de verme sonreír, de escucharme cantar y reír, pero no me dejes, no me dejes más, no me dejes.
17/4/11
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Me gusta para un libro de continuos encuentros y abandonos.
ResponderEliminarQuiero ese libro. Así que vendré ... vendré, seguro.
Waltz.