21/8/11

Lía


Lía tenía nueve años, un vestido estampado de amapolas y una gata llamada Masia.
Esa tarde jugaba en el lindero del bosque y se disponía a volver a casa cuando de un súbito salto negro la gata fue a los árboles.
Lía corrió hacia ella y distinguió un sendero que se adentraba. Llamó “Masia, Masia”, pero su voz se enredaba en las ramas. Espero una hora o más, el sol bajó, y desesperada tomó el camino hecha un pequeño temporal de llanto y flores.
Se adentró hasta donde los predadores temían asomarse, hasta volverse sólo sombra y grito, y siguió poseída, desgarrando su vestido entre espinas, tropiezos y sangre. Tela y llanto señalaron su camino hasta el desmayo.
*
Sintió el pelaje largo de Masia en su mejilla y creyó despertar de un mal sueño, pero no estaba en su cama, si no en un claro del bosque ante una larga dama blanca, que se arrodilló ante ella y le dijo “Eres muy valiente”.
Lía se puso de pie.
"Quiero a tu gato, -dijo la dama- y él me quiere. Todas las noches desde el alfeizar de tu cuarto me llamaba. Hoy vine por él."
Lía bajó la cabeza.
"Sin embargo no quiero privártelo, puedes verlo siempre que mires la noche." Dijo la dama, y se volvió aún más blanca y delgada hasta fundirse en la luz del cenit.
Lía se acostó en la hierba y mientras miraba a la Luna cruzar el cielo se deshizo en lágrimas.
*
Al día siguiente todo el pueblo la buscaba. A la tarde hallaron un sendero flanqueado de flores rojas. Lo siguieron durante horas y ya desistían cuando vislumbraron un reflejo más adelante: era la luna en las ondas de un lago en medio del bosque.
El viento era una ere contoneándose entre las flores de la orilla, dibujando saltos blancos en el agua.

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