6/4/12

Gerh y Lisia



El oficio de traductor ha sido ingrato desde antiguo. Los prejuicios –no todos infundados- son numerosos e inspiran la mayor aversión. No creo equivocarme sin embargo al creer que más de la mitad de los textos que uno consulta a lo largo de la vida son traducciones.

Es bien sabido que, como un chisme que pasa de boca en boca pierde la verdad, las traducciones pierden su encanto al alejarse de su fuente original –se recuerdan los favores de Baudelaire a los cuentos de Poe sólo para que los traductores se sientan más lejos de lograr algo similar.

(Estas aparentes digresiones suponen para mí la justificación de los textos que deseo presentar, antaño están los persas que comprendían a un príncipe muriendo de pena al oír la descripción de una mujer hermosa, podría apelar a lo primitivo de la cultura que fijó esta historia, pero cualquier hombre medianamente lúcido sabría que la inocencia de los primitivos es tan ilusoria como la superioridad de los civilizados. Por eso quiero describir al menos someramente la lengua que interpreto para decir en castellano estos textos.)

El Guembe a primera vista parece un Totem de seres incomprensible, sólo al conocer la función de cada parte el horror que inspira se torna amable. Las piezas que lo componen son la misma historia natural y cultural del desierto, placas de los metales conocidos, piedras, semillas, huesos de animales, maderas secas, nuevas, hojas de palma frescas, incluso –aunque sólo en los Guembe de los más altos maestros- madera fosilizada. La mayoría de las partes deben reemplazarse para cada interpretación, como las ramas frescas y ciertas flores que se golpean para hacerlas explotar. El Guembe promedio se compone de quince partes, pero nunca –excepto durante el adiestramiento- se ejecutan individualmente, así que los sonidos que componen el lenguaje de estos tambores alcanza los doscientos ochenta y nueve  sonidos. Piense que el rumano, con sus 48 fonemas es la lengua de mayor expresión sonora, reflexione al respecto, porque la lengua sagrada que se narra con los guembe consta de seis veces más sonidos.

La cantidad de formas en las que se puede decir una misma palabra puede parecer a un iniciado fatalmente infinita. Pienso en una broma que dice “la vida es muy corta para aprender alemán”, si esto fuera cierto, aprender el guembe implicaría un ciclo completo de transmigraciones. Sin embargo en pocos años habitando entre los Mp, uno comienza quizá no a aprender, pero sí a intuir todos los significados.

La sintaxis se compone de sonidos y ritmos, la palabra “caminar”, por ejemplo,  se forma con una sucesión rítmica simple. Reproducirla con piedras significa una caminata pesada, con un sonajero implica una marcha de varios hombres, con las palmas frescas implica una marcha por el bosque, en un cuenco de agua significa vadear un río; y la velocidad en la que se interpreta la sucesión indica desde arrastrar los pies hasta correr.

Algunos signos son convenciones abstractas: tres secos golpes de piedra significan el paso de un día, frotar tres veces la misma piedra indica el paso de varios años; otras son sinécdoques: sacudir hojas de palma es el viento; otras son directas: un grito es un grito.

Les pedí que digan esto en guambe: el ejercito marchó pesadamente durante años, atravesó ríos, bosques, montañas, tormentas, nieve, el agotamiento, la enfermedad lo fue diezmando, hasta que sólo quedo uno frente al mar.     

La interpretación fue algo así: un sonajero y varias piedras son el ejercito marchando, mientras otros frotan piedras para significar el largo tiempo y otros reproducen los climas y los peligros que enfrentan; el hombre del sonajero extrae poco a poco semillas de su instrumento y sabemos que quedan menos hombres, alguien está describiendo enfermedades, peleas internas, emboscadas, y sabemos la razón de la merma de soldados; la historia termina con una sola semilla en el sonajero, arrastrando los pies en la noche obscura, deteniéndose, desplomándose, luego suenan los silbidos de pájaros que indican el amanecer, y luego el hombre se despierta –suena un bostezo y se estira un collar de huesos-, se escucha olas en los cuencos de agua y las palmeras, es decir: el mar.         

(Cabe decir que en guembe sólo existe el tiempo presente)

Para el oficio rodean al público en la plaza central. Luego de las libaciones –raíces y hojas mascadas fermentadas en un gran cuenco- comienza la ceremonia.

Las historias hieráticas de génesis, de hazañas heroicas, de enseñanzas religiosas son hermosas por un lado, y fundamentales para comprender la cultura humana por otro. No me detendré en ellas, el tiempo que me queda no es mucho y los antropólogos sabrán perdonarme la omisión.

Es la última historia que escuché, una historia simple, que los Mp consideran de relleno en las ceremonias, la que me trae a estas hojas, la historía de Gerh y Lisia [1].

Se dice que Gerh aprendía de su maestro las historias que conforman la liturgia de su pueblo. Había comenzado conociendo las historias más recientes, desovillando el hilo del tiempo para atrás, cuando llegó a la historia de Lisia, la hija menor de una comarca vecina cuya belleza había inspirado airados conflictos, y que para bien de los suyos emprendió el exilio. La descripción de sus encantos arrobó al joven y, como muchos antes que él, emprendió la busca de la doncella. Durante el viaje escribió los cantos de Gerh, más bien un diario íntimo de sus sueños, en los que visitó a Lisia cada noche de su travesía.

Mi memoria retiene todos, rogué tantas veces escucharla otra vez que me expulsaron de la aldea por temor al espíritu que me había poseído, tras largos años sólo traduje algunos, muchos francamente deplorables dichos sin los Guembe. Pero para relatarlos comencé a escribir, así que pienso relatarlos:

La melena de Lisia es una noche pequeña en la noche, en su melena mi mano es una noche pequeña en su  noche, un lunar en mi muñeca es una noche pequeña en mi noche, y en esa noche se pasea Lisia con su melena como una noche pequeña en la noche.   

(Como explicar el sonido de una noche dentro de otra, uno siente que cae en una suerte de pozo, que todo se vuelve inmenso y lejano)

Lisia es una jauría, me acerco y muerde mi mano, la acaricio sin manos; me arranca las piernas, la sigo sin pies; devora mi torso, soy una cabeza que rueda en su pecho; al final me rompe el cráneo, y todo mi pensamiento puede envolverla.

(Decir que una mujer es una jauría y que tenga sentido, no sé como hacerlo en ninguna otra lengua, pero espero que los excesos de las vanguardias hayan acostumbrado al hombre a ideas como ésta)

Ella y yo somos nubes que chocan, somos trueno y relámpago, somos tormenta y lluvia, en el barro nos confundimos, y volvemos al cielo, ella y yo somos una sola nube.

Lisia trenza su pelo y encuentra que su pelo termina en mí, yo lavo mi brazo y encuentro su mano al final. Abro los ojos y ella ve mi día, cuando cierra los ojos yo sueño dentro de ella.

Luego son variaciones de esa comunión. Quizá el lector esperaba más, yo, por mi parte, entiendo al transcribirlas que no puedo morir en paz por la vergüenza de no poder con estas traducciones justificar porque tomé la decisión de matarme, pero si hubieran escuchado lo que yo, si hubieran sentido a Lisia en sus propios huesos, no podrían amar a nadie más que a ella. Y yo, a diferencia de Gerh, sé que ella no existe, que no puedo buscarla, que no puedo siquiera pretender buscarla. Yo entendí, como Jiménez, que fue un niño idiota, hijo del odio y del dolor, quien hizo el mundo jugando con pompas de jabón.  

Quizá si yo tampoco existo más…




[1] Gerh y Lisia son romanizaciones inventadas, el primer nombre se pronuncia con un “Ger” gutural y un chasquido de lengua y significa: el que murió adolorido, Lisia se pronuncia “L” y un silbido que liga una nota grabe con la siguiente aguda y luego vuelve a la anterior, “L” es lo femenino, el silbido significa: lo que sólo existe para una persona.*

* Esto puede sonar cacofónico, pero imagine que así son muchas palabras, chasquidos, silvidos, exhalaciones, y cuando uno habla los demás acompañan fáticamente la narración, así escuchar a los Mp hablar es un viaje por el bosque, por la noche, por el desierto.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario